La Congregación de las Hermanas de la Preciosa Sangre debemos nuestra fundación a María Ana Brunner, una mujer suiza, casada, madre de 6 hijos. Ella vivió durante el siglo 19 y su vida fue testimonio de santidad para aquellos que la conocieron.
Durante una peregrinación en Roma, fue agraciada con una avasalladora conciencia del Amor Divino, por ella y por el mundo, demostrado a través del derramamiento de la Sangre de Jesús. Esta experiencia le dio un sentido de urgencia espiritual y entusiasmo.
En su casa, Castle Loewenberg, en Suiza, atrajo a otras mujeres a una vida de reparación. Se unieron a ella en adoración al santísimo sacramento y en servicio generoso hacia los demás. Esta asociación informal comenzó en 1834. La gente del lugar las conocía como las “Hermanas Pobres”.
Después de la muerte de la Madre Brunner en 1836, las Hermanas continuaron su vida de oración y de servicio. En 1844, en respuesta a la invitación del Obispo John Baptist Purcell de Cincinnati, Ohio, las hermanas comenzaron el trabajo misionero en América. Aquí la comunidad aumentó sus miembros, estableció casas para Adoración Eucarística y emprendió ministerios adicionales. Estos ministerios incluyeron instrucción religiosa, trabajo doméstico en seminarios y residencias episcopales, cuidado de huérfanos, educación de niños y cuidado de enfermos. En 1957, la Congregación abrió una misión en Chile, y en 1989, las primeras hermanas fueron a Guatemala.
En 1946, la Congregación se convirtió en un instituto pontificio, formalmente reconocido, en el nombre oficial de la “Congregación de las Hermanas de la Preciosa Sangre” y las iniciales C.PP.S. (Congregatio Pretiossissimi Sanguinis).
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